miércoles, 10 de diciembre de 2008

Vivir con 1 £ al día

Eso es lo que consiguió Kath Kelly, profesora de inglés de Bristol.
Toda una proeza, más teniendo en cuenta el coste de la vida en el Reino Unido, donde una libra no alcanza para un café o para un billete sencillo de autobús.

Todo comenzó en Junio de 2006, cuando Kath -después de un par de copas- apostó con unos amigos que sería capaz de vivir (más bien sobrevivir) un año con tan escaso presupuesto. No la tomaron en serio: "Estábamos hablando en el pub. Me quejaba de que nunca conseguía ahorrar ni un penique y quería hacerle un buen regalo de bodas a mi hermano, pero no tenía dinero".

Ahora tiene 47 años y cuenta su historia en el libro "Cómo he vivido un año con solo una libra al día". Que se ha convertido, en los tiempos de crisis que vivimos, en todo un best-seller.

Sus "trucos"
Antes de comenzar la aventura pagó por adelantado el alquiler de la casa y los gastos fijos (aquí hizo un poco de trampa la amiga), pero aún así debía pagar comida, transporte, ropa y ocio con su libra diaria: "Corría el peligro de perder a mis amigos, porque no podía seguir su ritmo de vida, pero al final fueron ellos los que terminaron acompañándome a muchas actividades gratuitas".

Como ella misma dice, se convirtió "en la reina del bufet". Cada vez que había una conferencia en una universidad, una presentación de un libro o cualquier otro evento público, donde hubiera comida y bebida gratis, allí aparecía ella. "El de los 100 años de la biblioteca de Bristol fue especialmente bueno", recuerda. Para asegurar su sustento, se acostumbró a hacer cada mañana una sopa de pollo con los huesos que le regalaba el carnicero y las verduras más baratas que podía encontrar. Descubrió que es mejor hacer las compras poco antes del cierre de las tiendas, cuando se liquidan a bajo precio los productos perecederos.

Con muestras de perfumes y cosméticos de grandes almacenes y cortes de pelo gratis en las escuelas de peluquería, mantuvo una imagen muy aparente: "Estar arreglada te ayuda a mantener la moral, aunque a veces llevaba la melena con un color un poco raro". También empezó a recortar todos los vales en la prensa que ofrecían pases gratuitos para el cine o el teatro y rellenó cualquier cuestionario o encuesta que se recompensara con un regalo.

Una de las cosas que tuvo que abandonar fue el móvil, pero encontró una mina en la biblioteca: allí accedía a internet de la biblioteca, leía la prensa y las revistas y sacaba libros y DVDs.
Solo una vez quebró su presupuesto, con una inesperada visita al dentista. Pero lo peor de todo fueron los desplazamientos: "No podía utilizar ningún transporte, ni siquiera el autobús, y cuando llovía era muy duro".

Caminando o en bicicleta
A Kelly no le quedó más remedio que moverse a pie o en bicicleta y tuvo que quedar con sus amigos en los parques o en casa, pero no renunció a salir y divertirse. Incluso se marchó de vacaciones a Francia, haciendo autostop. El canal de la Mancha lo cruzó en la cabina de un camión, hasta llegar a Bretaña, donde vive su hermano, al que solo le contó lo que estaba haciendo cuando el plan ya había acabado. Por si fuera poco, durante su año de frugalidad, encontró el amor de su vida, en el dueño de una granja biológica.
Toda esta experiencia ha cambiado totalmente su manera de ver la vida: "Soy mucho más cuidadosa con lo que gasto y he aprendido que la gente es más importante que el dinero. En mi caso fue por una apuesta pero hay personas con quien me encontraba constantemente, siempre las mismas, que viven con casi nada porque no tienen otra opción".

Además el éxito de su libro ha coincidido con los números rojos en las cuentas bancarias de muchos ciudadanos, dispuestos a utilizar alguna de sus recetas: "Mi consejo es consumir menos. Comprar lo que se necesita y no lo que apetece. Y renunciar a las marcas, reemplazándolas por productos básicos, que al fin y al cabo cumplen la misma función".

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